Rubén Darío y Sawa




Amelina Correa ha escrito la mejor biografía sobre Alejandro Sawa. En ella, nos muestra a Sawa como una persona íntegra, con unos valores incorruptibles.A diferencia de bohemios posteriores como Pedro Luís de Gálvez o Vidal i Planas, nunca vendió su talento. Excepto en una ocasión. 

En 1905, Rubén Darío era ya un escritor de prestigio y ofreció a Alejandro Sawa escribir unos artículos para La Nación con la única condición de que lo publicaría Rubén Darío con su propia firma. Sawa aceptó, en parte, por la amistad que le unía a Rubén Darío y, en parte, porque necesitaría dinero para alimentar a su familia, y cumplió su parte del trato. Sin embargo, Darío no cumplió la suya y no pagó a Sawa las cantidades que habían acordado. 

Sawa escribió a Darío para pedirle el dinero. En un principio, como amigo, pero, más tarde como acreedor. Como se dice en el sur, Darío no le echó cuentas y no le pagó. Sawa, dolido, dejó de considerarlo como un amigo. 

Cuando Sawa murió, Darió no se acercó a su caso. La excusa fue que le temía a Ella (la Muerte). Valle Inclán, en cambio, sí que fue al velatorio. A su salida escribó a Rubén Darío una carta en la que le pedía que colabora para publicar un libro inédito de Sawa. 

En esta ocasión, Rubén Darío accedió. No solo colaboró con dinero, sino que escribió el prólogo de Iluminaciones en la sombra. El epitafio es de Manuel Machado

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